Rodilla - Compartimento posterior y ecografia
10-12-2025-Tempo Formación
Después de recorrer el anterior, el medial y el lateral…
llegamos por fin al compartimento posterior de la rodilla.
Una zona que muchos temen… y que otros simplemente ignoran.
¿Por qué?
Porque duele, porque cuesta, porque no se ve fácil.
Pero lo que no se ve fácil… no significa que no se vea.
Y aquí es donde vuelve a brillar el artículo de Giorgio Tamborrini et al:
“Enhancing knee imaging via histology and anatomy-driven high-resolution musculoskeletal ultrasound”.
Un trabajo que no solo te muestra cómo mirar,
sino dónde poner la atención.
Porque si sabes buscar, la ecografía mucho que decirte.
¿Te atreves a mirarlo de frente (o mejor dicho… desde posterior)?
Tamborrini propone una manera casi estratégica de abordar la región posterior de la rodilla, dividiéndola en tres zonas anatómicamente diferenciadas: medial, media y lateral. No es casualidad: esta organización convierte la evaluación en algo mucho más sistemático, casi como si tuviéramos el Mapa del Merodeador... pero para tendones, músculos y nervios.
En la zona medial, la exploración se convierte en una especie de descenso por capas, como si estuviéramos desactivando un artefacto con múltiples niveles de protección. Primero, la sonda se orienta para identificar las estructuras más superficiales, y a partir de ahí, se profundiza con precisión quirúrgica. El primer hallazgo es el músculo sartorio, elegante y siempre en su sitio. Justo por detrás, aparece el tendón del grácil, que mantiene una posición estable y confiable, como Alfred para Batman: siempre detrás del protagonista, pero absolutamente necesario.
Siguiendo el recorrido, se encuentra el tendón del semitendinoso, que descansa justo encima del semimembranoso, este último ocupando una posición más profunda y robusta. En lo más profundo, como si custodiara la puerta trasera de la articulación, aparece la cabeza medial del gastrocnemio. Todo este conjunto se convierte en una sinfonía anatómica perfectamente orquestada.
En el extremo posteromedial de la tibia, el semimembranoso realiza su inserción. Este punto es una especie de ancla estructural que influye notablemente en la biomecánica de la región. Y justo cuando uno cree haberlo visto todo, Tamborrini sugiere mirar más allá: una evaluación dinámica de la unión menisco-capsular del cuerno posterior del menisco medial. El paciente debe colocarse en prono y realizar una flexión activa de rodilla contra resistencia. No se trata solo de ver estructuras, sino de entender cómo se comportan bajo presión. Como diría el maestro Yoda: “Revelador, el movimiento es”.

El semimembranoso no solo destaca por dónde va y dónde termina, sino también por lo que lo rodea. Las bursas que lo acompañan merecen atención especial. Cuando se distiende, la conocemos con un nombre mucho más temido en consulta: el quiste de Baker. Esta estructura tiene dos compartimentos. Uno profundo, bien resguardado entre la cápsula posterior y la cabeza medial del gastrocnemio, y otro más superficial, ya en el tejido subcutáneo. Ambos actúan en conjunto como una válvula de escape articular que, en ocasiones, decide hacerse notar.
La mejor forma de detectarlo es con el paciente de pie, tras haber cargado la articulación. No es casualidad: el líquido sinovial no siempre se muestra cuando todo está tranquilo. A veces hay que forzar un poco la situación para que los verdaderos problemas salgan a la luz.
Y aún no se acaba. Con movimientos dinámicos de flexión y extensión de rodilla, también en prono, se pueden identificar fricciones entre estructuras tendinosas. Este tipo de observación permite detectar conflictos sutiles que, en estático, pasarían completamente desapercibidos. Justo por debajo, en el plano profundo, aparecen estructuras igual de importantes: el cuerno posterior del menisco medial, el cóndilo femoral medial y el cartílago hialino que recubre la meseta tibial, brillante y anecoico, como si hubiera sido pulido por Tony Stark.
En la zona media, la atención se centra en la fosa poplítea. Con una vista transversal se identifican primero los cóndilos femorales, que sirven como referencia ósea, y luego el paquete neurovascular: nervio tibial en la superficie, seguido por la vena poplítea, y al fondo, la arteria, como si el cuerpo hubiera decidido proteger lo más vital con capas. Ajustando la frecuencia, se puede ver también la cápsula articular posterior y el ligamento cruzado posterior, este último apareciendo oblicuo, casi tímido, pero fundamental.

La región lateral presenta un reto mayor. La anatomía se vuelve más estratificada, más densa. En una vista longitudinal, se observa el músculo bíceps femoral en su parte proximal, y un poco más abajo, la cabeza lateral del gastrocnemio. El tendón del bíceps, que resulta de la unión de sus dos cabezas, desciende con firmeza hasta insertarse en la cabeza del peroné. En su trayecto se divide, casi como si dudara, para rodear el ligamento colateral lateral. De la cabeza corta del bíceps parte un fascículo anterior que se dirige hacia la meseta tibial, cerrando así un triángulo de referencias anatómicas útiles y constantes.
En los planos más profundos, el cuerno posterior del menisco lateral se presenta encajado entre el cóndilo femoral lateral y la tibia con la cabeza del peroné, como un libro cuidadosamente colocado entre dos sujetalibros. En esta zona, el nervio peroneo común también hace su entrada. Su trayecto, justo por detrás del tendón del bíceps femoral, lo lleva a dividirse en sus ramas: profunda, superficial y recurrente. Saber exactamente dónde está no es solo un ejercicio anatómico, es una necesidad clínica.
Y finalmente, el complejo posterolateral. Frecuentemente ignorado, casi como un personaje secundario que de pronto tiene un rol protagónico en la segunda temporada. Está organizado en tres capas: la superficial, donde el bíceps femoral y la banda iliotibial juegan un papel clave en la estabilidad dinámica; la intermedia, con el ligamento colateral lateral posterior y el retináculo patelar lateral anterior, auténticos escudos frente a fuerzas en valgo y varo; y la capa profunda, donde se esconden el ligamento arcuato y el fabelofibular, firmes refuerzos de la cápsula articular.
Bajo todo este sistema, como un faro en la niebla, el tendón del poplíteo sirve como punto de orientación. Seguirlo es como tener una brújula fiable en medio de tanta complejidad.

En definitiva, explorar la región posterior de la rodilla no es simplemente “mirar estructuras”. Es interpretar una coreografía compleja donde cada músculo, tendón, bursa y ligamento tiene un papel específico, y su comportamiento bajo carga revela mucho más que su apariencia estática. Tamborrini no solo nos ofrece un mapa anatómico; nos da una estrategia para no perdernos en una zona que, aunque a veces subestimada, es clave para entender la funcionalidad real de la articulación.
Porque en la ecografía, como en una buena película de Nolan, los detalles no están en lo evidente… sino en lo que se mueve cuando crees que todo está quieto.
Bibliografía:
1. Enhancing knee imaging via histology and anatomy-driven high-resolution musculoskeletal ultrasound